dossier wilson bueno

Wilson Bueno nos habrá legado no pocos textos marcantes, innecesario aquí subrayarlos. ¿A quiénes, nos/as? Cuestión abierta. Por de pronto, para algunos/as, que, en la experiencia de la amistad –no exenta, a ratos, de filosas discordancias–, habremos vislumbrado la móvil radicalidad de su escritura. Textos marcantes no sólo o no tanto en contexto curitibano o brasilero o aun latino- y/o ladinoamericano. Textos marcantes abiertos al descontexto o al contexto por venir en cada textura en que sus marcas marafas se entrelacen, confluyan y vuelvan inéditamente a desarmar todo contexto predeterminado. Otra vez: Wilson Bueno nos habrá legado no pocos textos marcantes, innecesario aquí subrayarlos. Allende la necesidad y la innecesidad del caso, con todo (y nada), cómo no hoy subrayarlos, económica y/o dispendiosamente, cómo no saludarlos.

reynaldo jiménez / andrés ajens junio 2010

viernes, 18 de junio de 2010

PALABRAS A WILSON BUENO


En este último año intercambié libros y correos electrónicos con Wilson Bueno: cada libro, cada correo recibido, eran parte de una misma presencia luminosa, seria y a la vez risueña: surgían desde el sostén de lo abierto que hurga y busca en continuo aprendizaje hecho de aciertos. Eran módulos de la pugna ígnea, feraz, con el misterio de la escritura: y fuese un libro o fuese un email lo que me llegara, sentía de cerca la fuerza cordial y radical de una escritura propia y distinta, aglutinadora y futura, una escritura configurada con piezas naturalmente organizadas y reorganizadas, desde la propia experiencia (múltiple) (multiplicadora) que fundamentaba la existencia de Wilson Bueno.

El amigo ha muerto, lo han matado. Han muerto al buen amigo Bueno, y ante su muerte, con consternación, con sentido de pérdida y de inutilidad, sólo se puede desear que todos los que lo respetamos y amamos, hagamos el esfuerzo y dediquemos nuestra inteligencia para preservar tan valiosa obra: una obra que está a la altura de lo astral, compartiendo galaxias con otros grandes escritores de Brasil.

No puedo evitar expresar una violencia. El canalla que asesinó a Wilson Bueno se equivocó de cuello. La negra arma blanca que empleó contra Wilson debió emplearla contra quienes en el mundo actual nos ensucian el planeta, nos niegan la alegría del pan compartido, anulan la visión y la poesía: debió haber hundido ese puñal en el cuello de algún político o de algún directivo de multinacional, para luego, a la japonesa, haberse suicidado.


josé kozer / hallandale

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