dossier wilson bueno

Wilson Bueno nos habrá legado no pocos textos marcantes, innecesario aquí subrayarlos. ¿A quiénes, nos/as? Cuestión abierta. Por de pronto, para algunos/as, que, en la experiencia de la amistad –no exenta, a ratos, de filosas discordancias–, habremos vislumbrado la móvil radicalidad de su escritura. Textos marcantes no sólo o no tanto en contexto curitibano o brasilero o aun latino- y/o ladinoamericano. Textos marcantes abiertos al descontexto o al contexto por venir en cada textura en que sus marcas marafas se entrelacen, confluyan y vuelvan inéditamente a desarmar todo contexto predeterminado. Otra vez: Wilson Bueno nos habrá legado no pocos textos marcantes, innecesario aquí subrayarlos. Allende la necesidad y la innecesidad del caso, con todo (y nada), cómo no hoy subrayarlos, económica y/o dispendiosamente, cómo no saludarlos.

reynaldo jiménez / andrés ajens junio 2010

viernes, 18 de junio de 2010

SEGUIR SOÑANDO.


Conocí a Wilson Bueno en São Paulo, en el Encuentro de Poetas del Festival Tordesilhas, organizado por Claudio Daniel y Virna Teixeira en 2004. Hablar con él y luego oírlo leer sus poemas –con ese magnífico humor que lo caracterizaba– fue confirmar el admirable talento que ya había descubierto a través de su obra, sobre todo en Mar paraguayo, ese híbrido de idiomas y texturas, de antropofagia lingüística, de espeso neobarroco donde el poeta ganó espacios antes impensables para la poesía latinoamericana.

Porque además de ser uno de los mayores poetas de su generación en Brasil, fue, y es, uno de los mayores de América Latina: una referencia insoslayable, una influencia saludable, un ejemplo de cómo la creación poética carece de límites.

El mejor homenaje que podemos brindarle hoy a Wilson Bueno, es leerlo.

Leerlo con esa erótica alegría, con esa irreverencia admirativa que él tenía por la(s) lengua(s), por esa locura que imponía en los vocablos, en las palabras: ”la palabra ilusão –como dice en Mar paraguayo– artificio que cultivamos también para que uno no deje así subitamente de sonhar”.

Wilson Bueno ha dejado súbitamente de soñar, por causa de un violento, por causa de la violencia intrínseca del ser humano, por causas que se contraponen a las causas de la poesía.

Sin embargo, nosotros, los que continuamos en este cauce kármico y en estas causas poéticas, tenemos la obligación y el compromiso moral de seguir cultivando la palabra ilusión y de –como lo hizo en vida Wilson Bueno– seguir soñando.


víctor sosa / ciudad de méxico

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