dossier wilson bueno

Wilson Bueno nos habrá legado no pocos textos marcantes, innecesario aquí subrayarlos. ¿A quiénes, nos/as? Cuestión abierta. Por de pronto, para algunos/as, que, en la experiencia de la amistad –no exenta, a ratos, de filosas discordancias–, habremos vislumbrado la móvil radicalidad de su escritura. Textos marcantes no sólo o no tanto en contexto curitibano o brasilero o aun latino- y/o ladinoamericano. Textos marcantes abiertos al descontexto o al contexto por venir en cada textura en que sus marcas marafas se entrelacen, confluyan y vuelvan inéditamente a desarmar todo contexto predeterminado. Otra vez: Wilson Bueno nos habrá legado no pocos textos marcantes, innecesario aquí subrayarlos. Allende la necesidad y la innecesidad del caso, con todo (y nada), cómo no hoy subrayarlos, económica y/o dispendiosamente, cómo no saludarlos.

reynaldo jiménez / andrés ajens junio 2010

sábado, 19 de junio de 2010

Palabras para Canoa


Wilson Bueno sigue la línea de escritura de Guimarães Rosa, en el sentido de que recrea un habla rural y campesina, un habla de campo adentro, de contundente efecto poético, con dejos de guaraní, sea en las expresiones, sea en la topografía. Pero Wilson, más allá de ese habla brasilera condicionada por la vida rural, el pasado indígena, los nombres de lugares, accidentes, ríos, recrea el impacto de las fronteras de Brasil con Argentina, con Paraguay, con la Banda Oriental (la “Cisplatina”), y su portugués se mistura, se contamina, de castellano. Canoa es otra entrega del maestro que nos dio Mar Paraguayo, un parteaguas de la lengua poética del continente. La escansión de términos guaraníes otorga al escrito un efecto rítmico poderoso, incantatorio. No sabemos en qué siglo vive o vivió quien cuenta estos relatos, que parecen acarrear el rumor del tiempo, el misterio de un eco lejano, un habla de las abuelas, que inserta devociones antiguas y miedos ancestrales. Más un efecto humorístico sutil, a causa del desfasaje entre idiomas, y del desfasaje también entre el habla ancestral y la sofisticación “moderna” de la sensibilidad. Canoa hace pensar en el relato “La tercera margen del río”, de Guimarães Rosa, donde un hombre decide abandonar a su familia y su vida en la tierra, para embarcarse en una canoa que mantiene en el corazón del fluir, en medio de la correntada, un palpitar del tiempo sin tiempo, un palpitar continuo “que va a dar a la mar, que es el morir” (Jorge Manrique). En el cuento de Wilson Bueno, ya nadie tripula la canoa. Nadie se hace cargo de esta posición alerta de testigo central de la vida. La canoa sigue sola, de río en río, atraviesa las circunstancias pavorosas y las amenazas y mortandades de hombres y de bestias, recorre el surgimiento y terminación de todo. La canoa vacía se desliza en busca de su tripulante, nombrado como Él (con mayúscula). ¿Es Él un antiguo amante, que ha penetrado esa cavidad hueca de la canoa? ¿Es un destinatario virtual del eros del relato, de un encuentro siempre pospuesto? ¿Es Él una fuerza divina inmortal que motiva el viaje, con la perspectiva esperanzada de un encuentro salvador?


roberto echavarren / montevideo

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